jueves, 17 de enero de 2013

Nate Huffman: El frágil dominador del tatuaje


Fuenlabrada, 98-99. Ojo
con el tatuaje (Gigantes).
Nate Huffman ejemplifica bien el tipo de jugador que protagoniza un reinado contundente y al mismo tiempo breve. Sus rodillas le retiraron con apenas 28 años después de un tiempo corto (menos de un lustro) en el que se mostró como un jugador dominador, primero en España y luego a nivel europeo.

Huffman medía 2,15, era blanco, pelirrojo y aparentemente desgarbado. A simple vista, el típico pívot torpón que está ahí solamente por su altura. Pero no fue así, al menos durante ese corto periodo de tiempo en el que se convirtió en un referente. Después de una carrera universitaria de grandes números pero poca relevancia (ni Lansing Comunity College ni Central Michigan son equipos de prestigio), apareció en la CBA y tampoco sus 13,8 puntos y 7,6 rebotes fueron un aval para llamar la atención de la NBA, su gran sueño. No en vano, tenía (y tiene, creo) tatuado el logotipo de la liga en uno de sus hombros.

El salto a Europa sí le daría una relevancia por entonces inesperada. Fue uno de esos descubrimientos increíbles que hace de vez en cuando el Fuenlabrada, un club con especial ojo para este tipo de perlas, antes y ahora. Era la temporada 98-99 y, aunque sus estadísticas tampoco fueron muy de relumbrón (12,6 puntos y 8,6 rebotes), sí resultó serlo su juego. Absolutamente arrollador, con una fiereza enorme y una gran facilidad para convertir en mate cualquier balón que le llegase en la zona. El 58% en tiros de dos puntos lo atestigua. Y, en defensa, una intimidación tremenda y 2,2 tapones.

Maccabi, machacando.

Uno de las 'powerhouses' europeas, el Maccabi, le fichó de inmediato multiplicándole el salario. Y en Tel Aviv estuvo tres años a lo suyo, machacando aros y rivales mejorando incluso lo que había hecho en el Pabellón Fernando Martín. En la 2000-01 hasta ganó la Suproliga, la versión FIBA de la Copa de Europa en aquella campaña de la escisión en la que hubo dos campeones.

Ahora.
Llegó el 2002 y el tatuaje se hizo realidad, aunque de forma cruel. Los Toronto Raptors, que son una especie de Fuenlabrada pero al revés (casi todos los inventos les salen mal), le firmaron un contratazo largo y jugoso... pero solamente pudo jugar siete partidos. Las rodillas empezaron a dar problemas y más problemas y tras las frustradas recuperaciones, el vínculo quedó cortado. Ruinoso negocio para los canadienses, claro.

Un par de años después, Huffman intentó volver a la pistas, pero no pasó la prueba con el Scavolini. Su carrera estaba absolutamente acabada. En los mensajes que he intercambiado con él vía Facebook ha sido bastante lacónico. Miento, solamente me ha mandado uno: "balancesto Fuenlabrata, are they still in the top division? Thinking about coaching".

En Linkedin aparece un perfil suyo en el que dice que ha trabajado de más cosas, sobre todo en el mundo de la salud. Y, ejem, no se puede decir que haya estado cuatro años en la NBA como pone ahí, aunque supongo que el tatuaje seguirá ahí.

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